sábado, 6 de marzo de 2010

Cómo comenzó esta historia del Karate Do...

Desde muy pequeño quise practicar artes marciales, pero no se por qué siempre dije: "quiero hacer Karate".

Mi primera oportunidad se dio a los 7 años de edad, cuando mis padres pensaron que era buena idea mandarnos a un club (a mis hermanos y a mi). Las opciones que recuerdo eran dos: Basquet o Karate.
Menos mal que elegí, Karate...
mi altura futura no iba a ser apropiada para un Michael Jordan, Magic Johnson o un Manu Ginobili (para quienes no me conocen, mido 1,69 m., con buena voluntad del que mide).

El club Unión Florida fue la sede del primer dojo que pisé, íbamos con varios vecinos del barrio. Recuerdo que con Dario (el vecino de la esquina) eramos los más disciplinados, el resto de la banda se la pasó en penitencia haciendo flexiones de brazos, porque se reían de los nombres de cada técnica. Esa primera experiencia duró poco, estimo que menos de 2 meses, pero me gustaba mucho asistir a clase.

Un tiempo después, quien era mi mejor amigo, también llamado Dario, comenzó a practicar Karate Do a unas cuadras de mi casa. Era la "Sociedad de Fomento 9 de Julio", donde 2 jovenes estudiantes enseñaban Karate Do.
Sus nombres: Luis Vazquez y Jorge Acosta, con apenas 18 años y ya cinturones marrones, dictaban sus clases con un carisma que aun hoy siguen transmitiendo.

Las clases tenían una particularidad, los chicos jugábamos durante la entrada en calor, y los juegos estaban orientados a desarrollar determinadas habilidades motrices y la recreación.

El único deporte que me había gustado en mi vida fue el softbol, que practiqué en la misma sociedad de fomento. Pero con el Karate Do, fue otra cosa, llegaba una hora antes del horario de clase y jamás faltaba al dojo.

Realmente me sentí feliz desde el primer día que incliné mi cuerpo para saludar a mis senseis con ese "Rei!" que la mayoría escucha en cualquier dojo donde se practican disciplinas de origen Japonés u Okinawense. Éramos un montón de chicos, estimo que habrán habido clases con mas de 25 alumnos, separados por edad y graduación.

Juegos como la mancha, utilizando técnicas de Karate, el indio (que ahora los chicos llaman "hombres de negro"), el RELOJ, los circuitos!!!!.

Después: entrada en calor y técnicas de kihon. Kata. Juego, o juegos, para terminar. Podría explayarme más, pero quizás en otra ocasión.

Un día estaba en la primer fila, la clase la estaba dando sensei Vázquez y si mal no recuerdo yo era uno de los de mayor graduación (recuerdo que no había nadie a mi derecha, donde forman los alumnos más avanzados, pero no tengo idea de mi edad...podrían ser 10 años, no mucho más).

Yo era un niñito risueño, y me estaba pasando de listo haciéndome el chistoso, durante la entrada en calor. Sensei Vázquez me llamó la atención un par de veces y evidentemente mucha bolilla no le dí, hasta que logró captar mi atención con un "te vas".
Bienvenido al mundo real!
uh!
"No sensei, me porto bien, no molesto más."
"Te vas".

Tuve que mirar la clase desde afuera, después de ponerme las zapatillas y salir del dojo.
Al menos había ventanas que permitían que pudiera observar la clase, en puntas de pie, desde afuera.
Fue bastante feo perderme la clase, pero aprendí la lección.

Cuando el sensei dice "basta", "iamé", "cortala" o lo que sea, para colmo de males varias veces, el alumno debe hacer caso.
Nunca más me pasé de listo, creo!

Tengo miles de recuerdos de esas clases, de las palabras que cada uno de mis maestros me dijo cuando lo necesité. Algunas las compartiré con ustedes, Dios mediante, en las próximas entradas, otras quedarán atesoradas dentro de mi corazón, donde permanecen guiándome cuando lo necesito.

Saludos, a quienes estén del otro lado...
incluso a quienes no dejan comentarios.